Entre 1992 y 1996, Sarajevo vivió uno de los episodios más crueles de la guerra de Bosnia. La ciudad quedó rodeada por fuerzas serbobosnias que, desde las montañas, disparaban diariamente contra su población. En ese escenario de destrucción surgió una acusación estremecedora: la existencia de “safaris humanos”, un supuesto circuito clandestino en el que extranjeros adinerados habrían pagado para viajar a Bosnia y disparar contra civiles indefensos.

La Fiscalía de Milán retomó este tema porque varios testimonios coinciden en un mismo patrón. Según estas declaraciones, visitantes de países occidentales eran trasladados primero a Serbia y luego hasta posiciones de tiro en las afueras de Sarajevo.

Allí, guiados por miembros de las fuerzas serbobosnias, se les entregaban rifles de precisión y se les permitía participar en los ataques contra la ciudad. Todo ocurría mientras la población corría por calles conocidas tristemente como “avenidas de los francotiradores”.

Algunos testigos describen incluso un sistema de pagos: el viaje, el acceso a las posiciones armadas y, según ciertas versiones, hasta la elección de las víctimas. Otros afirman que había tarifas más altas si el objetivo era un niño o una mujer embarazada.

Aunque estos detalles todavía deben ser verificados por completo, han sido suficientes para que la justicia italiana decida analizar si realmente existió un mercado de violencia con participación de extranjeros.

La ruta utilizada es una pieza clave. Diversas fuentes señalan que los viajeros salían de ciudades del norte de Italia hacia Belgrado, y desde ahí continuaban hacia zonas controladas por fuerzas serbobosnias en los alrededores de Sarajevo. Estas fechas corresponden al periodo más duro del conflicto, entre 1993 y 1994, cuando el número de ataques contra civiles era más alto.

La investigación también recupera documentos y advertencias que, según un exdiplomático italiano destinado en Bosnia en 1994, fueron enviadas al antiguo servicio secreto de Italia sobre la presencia de extranjeros armados en la ciudad.

Aunque no se sabe si esas alertas fueron seguidas de acciones, hoy sirven como base para abrir un proceso judicial de homicidio múltiple, un delito que no prescribe en Italia.

El desafío ahora es comprobar si los “safaris humanos” fueron una práctica real organizada por redes militares y civiles, o si se trata de testimonios aislados influidos por la brutalidad del conflicto.

Lo que la Fiscalía intenta reconstruir es simple en su esencia, pero estremecedor en sus consecuencias: si hubo personas que, en plena guerra de Bosnia, pagaron para matar civiles como si fuera un espectáculo, y quiénes participaron en esa cadena de responsabilidad.

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