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El tráfico de migrantes en América Latina se ha convertido en un negocio millonario que explota la crisis migratoria, afectando a miles de personas que huyen de la pobreza, violencia y gobiernos autoritarios.

Este negocio abarca desde el transporte, alojamiento y secuestros hasta los servicios de «coyotes» o «guías» que cobran grandes sumas de dinero para ayudar a los migrantes a cruzar las fronteras de manera ilegal.

Ana María, una hondureña de 26 años, es solo uno de los muchos ejemplos de cómo los migrantes son extorsionados y explotados por grupos criminales, que operan desde la selva del Darién hasta la frontera entre México y Estados Unidos.

Negocio de narcos

El tráfico de migrantes genera entre 7.000 y 10.000 millones de dólares anuales a los criminales a nivel global, según la ONU y el GAFI. En México, en 2024, se procesaron a 925.000 migrantes indocumentados, y en Estados Unidos, se registraron 2,1 millones de encuentros de migrantes.

Los migrantes de diversas nacionalidades, como venezolanos, cubanos, colombianos y centroamericanos, se ven obligados a pagar enormes sumas de dinero a estos grupos criminales para cruzar las fronteras de manera ilegal.

Eslabón colombiano

Los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación controlan gran parte de este tráfico, creando redes de extorsión y trata de personas. Incluso en regiones remotas, como el Darién, los migrantes deben pagar grandes sumas a grupos criminales colombianos para cruzar la jungla peligrosa.

Además, las autoridades locales y algunos policías también se benefician de esta situación, pidiendo sobornos a los migrantes.

Boom económico

Este lucrativo negocio ha transformado comunidades locales, como en Panamá, donde las pequeñas tiendas se abastecen de productos para los migrantes que atraviesan el país. Sin embargo, muchos migrantes se sienten atrapados en un ciclo sin fin, sin saber si podrán continuar su viaje o si serán víctimas de la violencia y explotación.