Obispos de Honduras: Un llamado a la sinodalidad y esperanza
by Fernando Guillen |
Tegucigalpa.-.- Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras (C.E.H.) concluyeron su Asamblea Plenaria y comparten dos acontecimientos eclesiales significativos: el Sínodo sobre la Sinodalidad y el Año Jubilar 2025.
Reflexiones sobre el Sínodo de la Sinodalidad
El Sínodo sobre la Sinodalidad, recientemente clausurado, nos ha abierto la mente y el corazón para caminar juntos. Este camino debe ser “ancho», accesible a todos, especialmente a los más necesitados: los pobres, los excluidos y los marginados. Este llamado debe resonar en nuestros corazones, no solo en términos de limosna, sino en la búsqueda de la justicia social.
Desde el corazón de nuestra Iglesia en Honduras, hacemos un llamado especial a quienes, en el ámbito social, político y económico, tienen la responsabilidad de construir una Honduras inclusiva.
La «participación» que promueve el Sínodo requiere que nuestro laicado esté en «primera fila», especialmente aquellos con vocación política. Todos los creyentes somos llamados a ser “en Jesús, como Iglesia, para el mundo”. El Santo Padre, en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nos recuerda que, aunque hay una mayor participación de laicos en ministerios, esta no se traduce en la transformación de la sociedad con los valores cristianos (n. 102).
Es vital que nuestra misión no se quede solo “hacia adentro”. Jesús nos mandó a ser “la sal de la tierra” (Mt 5,13), llevando el «sabor» del Evangelio a todas las realidades cotidianas de nuestro país. El Sínodo debe culminar en acción misionera, una misión transformadora que va más allá de la simple propaganda religiosa.
Un jubileo de esperanza
El Jubileo de 2025 debe centrarse en un mensaje de esperanza que no defrauda: la esperanza en Dios. Que nuestro testimonio creyente sea un faro de esperanza auténtica, anunciando cielos nuevos y una tierra nueva (cf. 2 P 3,13), donde reinen la justicia y la concordia entre los pueblos. Hagamos de nuestra esperanza una esperanza contagiosa, fundamentada en la confianza y el apoyo que siempre encontramos en el Señor, quien nos abre las puertas a una vida eterna llena de gozo.
Que nuestro Señor Jesucristo y María, Madre de la Esperanza, nos acompañen en este camino que estamos llamados a recorrer juntos, incluyendo a quienes más necesitan nuestro apoyo y cariño, para que no se sientan dejados al borde del camino. Con el Papa Francisco, gritamos: «Todos peregrinos de la esperanza».