(Foto: ICN Digital / Leonel Estrada)

Hay que recordar que, en Honduras, las manifestaciones en 2017 tras las elecciones presidenciales fueron un claro ejemplo de descontento.

Las marchas opositoras son manifestaciones públicas que desempeñan un papel fundamental en las democracias alrededor del mundo, sirviendo como un mecanismo vital para la expresión de la disidencia política y la defensa de los derechos ciudadanos. Estas movilizaciones, impulsadas por diversos motivos, cumplen una serie de funciones cruciales que fortalecen el tejido democrático, fomentan el diálogo y ponen de manifiesto las demandas de la sociedad civil. Para entender la importancia de las marchas opositoras, es necesario examinar ejemplos recientes tanto a nivel mundial como específicamente en Honduras.

La marcha opositora convocada por el Bloque de Oposición Ciudadana (BOC), el sábado 11 de noviembre (11N), es una expresión de descontento. Sin lugar a duda, la marcha de ese día, representa una forma tangible de expresar el descontento de un segmento ciudadano hacia las políticas gubernamentales. Una marcha claroscura cuyos contrastes fuertes son iluminados por hondureños que intentan defender el Estado de derecho y otros oportunistas políticos que han ensombrecido la caminata. Este fenómeno no es exclusivo de ninguna región; ejemplos abundan en América Latina, Europa, Asia y África. En Chile, en 2019, millones de personas marcharon para protestar contra las desigualdades sociales y económicas, exigiendo reformas estructurales. En este contexto, las marchas sirvieron como un poderoso medio para expresar la insatisfacción colectiva.

Hay que recordar que, en Honduras, las manifestaciones en 2017 tras las elecciones presidenciales fueron un claro ejemplo de descontento. Los opositores argumentaban irregularidades en el proceso electoral y exigían transparencia. Estas movilizaciones evidenciaron la importancia de las marchas como un canal para expresar preocupaciones fundamentadas sobre la integridad electoral y la calidad democrática.

La marcha opositora del 11 N, también desempeña un papel crucial en la fiscalización ciudadana ante los recientes acontecimientos respecto al Fiscal General y Adjunto, ante la desaprobación en la Cuenta del Milenio y el retroceso en el Índice de Libertad Económica. Esta marcha no debe sorprender a nadie, en diversos países, la movilización masiva ha logrado poner en la agenda pública temas que de otra manera podrían haber sido ignorados. España es un ejemplo claro ante el Golpe que pretende Pedro Sánchez.

En el caso de Honduras, las marchas de la sociedad civil han sido un medio para fiscalizar temas como la corrupción y la impunidad. La “Marcha de las Antorchas”, por ejemplo, fue un llamado a la rendición de cuentas y a la lucha contra la corrupción en un país donde este problema ha sido persistente. El único problema y muy serio, fue que no hubo la continuidad judicial que el pueblo anhela.

A pesar de la imagen a menudo tumultuosa de las marchas, estas pueden ser catalizadoras de diálogo y negociación. En Hong Kong, las protestas masivas en 2019 contra una propuesta de ley de extradición llevaron a un diálogo más amplio sobre la autonomía del territorio y los derechos democráticos. Las marchas, en este caso, se convirtieron en un punto de partida para discusiones constructivas.

En Honduras, las marchas han sido un catalizador para el diálogo político. La crisis postelectoral de 2017 llevó a mesas de negociación donde diferentes actores políticos y sociales buscaron soluciones a las tensiones.

Aunque el proceso fue complejo, las marchas ayudaron a colocar el tema en la agenda y presionaron para una resolución pacífica.

Las marchas opositoras también juegan un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos. Ejemplos recientes como las protestas en Bielorrusia en 2020 contra el resultado electoral cuestionable resaltan cómo las marchas pueden convertirse en vehículos para exigir el respeto a los derechos fundamentales, incluyendo la libertad de expresión y la integridad personal.

En Honduras, las marchas han sido fundamentales para la defensa de derechos, incluyendo el derecho a la participación política sin temor a represalias. En este sentido, diversos representantes del gabinete de gobierno, están cruzando la línea sobre potenciales represalias, algo natural para quienes han trabajado muy poco en el sector privado y no encuentran otro medio de agenciarse un capital que no sea mediante el gobierno.

La oposición no debe parar, debe seguir marchando en las calles, estratégicamente trabajando en el Congreso Nacional y debe crear y apoyar desde ya, una plataforma con un potencial gabinete en la sombra, que señala al gobierno, un gabinete en la sombra preparado para gobernar en 2026, que diga adiós a la improvisación calculada por el Gobierno Actual. Ante nuevos llamados, se debe tener presente que las marchas opositoras son un reflejo del descontento. Sin embargo, mientras la oposición está en las calles, el oficialismo redacta y discute leyes y reglamentos para su nueva Constituyente.

direccion@macrodato.com Carlos G. Cálix es doctor en ciencias y director general de MacroDato. Director del Consejo Académico de Fundación Eléutera. Posdoctorado IIESS-CONICET.

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