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El expresidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, falleció el domingo a los 100 años en su hogar en Plains, Georgia. Carter, quien estuvo en cuidados paliativos debido a un cáncer de piel agresivo, murió después de una vida dedicada al servicio público y la paz mundial. En 2002, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su incansable trabajo en la resolución de conflictos y su activismo por los derechos humanos.

Un legado de paz y derechos humanos

Carter asumió la presidencia de EE. UU. en 1977, destacándose por su mediación en la paz en Oriente Medio, con los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel. También logró avances significativos en el control de armas nucleares y en la mejora de las relaciones diplomáticas con China. Sin embargo, su presidencia enfrentó desafíos como la crisis de los rehenes en Irán y la alta inflación interna. A pesar de estos obstáculos, Carter fue reconocido por su fuerte enfoque en los derechos humanos, la democracia y la paz.

Trabajo humanitario después de la presidencia

Tras su mandato, Carter continuó su labor humanitaria. Junto a su esposa Rosalynn, cofundó el Centro Carter, que promovió la democracia y supervisó más de 100 elecciones en todo el mundo. También luchó contra enfermedades como el gusano de Guinea y participó activamente en la construcción de viviendas a través de Hábitat para la Humanidad. A los 90 años, seguía viajando por el mundo y trabajando por causas sociales y humanitarias.

Una vida de servicio y humildad

Carter dejó un impacto duradero en la política mundial, y aunque su presidencia fue objeto de críticas en su momento, hoy es ampliamente reconocido por su visión humanitaria y su trabajo posterior en favor de la paz. Su legado perdurará en sus contribuciones a la diplomacia, la justicia social y su compromiso con la humanidad. «He tenido una vida maravillosa», dijo Carter en una de sus últimas entrevistas, reflejando su gratitud por una vida llena de logros y servicio.