Gusto y olfato: cómo perros y humanos perciben el sabor de forma distinta
by Redacción Web |
Para un humano, el gusto es un viaje complejo lleno de contrastes: dulce, salado, ácido, amargo y umami, cada uno con su propia función y atractivo. Pero para los perros, la experiencia es distinta.
En lugar de una gama de sabores complejos, su sentido del gusto es más sencillo y guiado principalmente por el olfato, aunque eso no significa que su sistema gustativo carezca de matices. Con una base anatómica y química que determina su experiencia del mundo culinario, tanto el perro como el humano viven el gusto de maneras únicas y fascinantes.
La base anatómica: papilas y receptores en humanos y perros
En la lengua de un humano, alrededor de 9,000 papilas gustativas distribuyen los receptores de sabor en diferentes regiones: en la punta se detecta lo dulce, a los lados lo ácido, en el centro el umami y al fondo el amargo, aunque hay cierta flexibilidad en este esquema. Cada papila contiene células sensoriales especializadas que responden a diferentes compuestos químicos, enviando señales al cerebro para que el sabor sea identificado.
En contraste, los perros cuentan con aproximadamente 1,700 papilas gustativas, lo que limita su capacidad para distinguir sabores específicos.
La distribución es similar a la humana, pero con menos densidad de receptores por papila, y el sabor salado, por ejemplo, es menos relevante para ellos. Esto se debe a que los perros, en la naturaleza, consumen carne que ya contiene sodio, por lo que no desarrollaron una necesidad evolutiva de buscar este mineral de forma activa.
Dulce: un atractivo inesperado
Aunque muchos piensan que los perros no perciben el dulce, en realidad tienen receptores para este sabor, aunque en menor cantidad que los humanos. Al igual que nosotros, perciben el azúcar a través de receptores llamados Tas1r2 y Tas1r3, pero su respuesta es menos intensa. Para un perro, el sabor dulce puede ser agradable y es común que disfruten de frutas, como manzanas o fresas, pero su atracción por el azúcar no es tan fuerte como en los humanos. Los humanos, en cambio, tienen un sistema gustativo que busca el dulce como fuente primaria de energía rápida, ya que el azúcar desencadena una liberación de dopamina, vinculada al placer.
Ácido: el gusto cauteloso
El sabor ácido es un misterio interesante para ambos, pero en los perros suele desencadenar una respuesta de rechazo. Los humanos detectamos lo ácido como un indicador de frescura en frutas, pero cuando el nivel es alto, puede implicar un alimento en descomposición.
En perros, el sistema gustativo reacciona de forma más sensible al ácido, que para ellos representa un posible peligro, especialmente en concentraciones altas como las de los cítricos. Los perros carecen del mismo interés por lo ácido que tenemos nosotros; su sistema gustativo y su cerebro interpretan este sabor como una señal de precaución, impulsándolos a evitar alimentos que podrían resultar dañinos.
Amargo: la señal de advertencia
En ambos sistemas, el sabor amargo es un marcador de posible toxicidad. Los humanos y los perros comparten receptores Tas2r para detectar lo amargo, pero mientras que nosotros podemos aprender a disfrutarlo –como en el café o el chocolate negro– los perros tienen una reacción instintiva de rechazo. Esto se debe a que su sistema gustativo no está diseñado para encontrar placer en los sabores potencialmente peligrosos, sino que responde automáticamente al amargo como una señal de alerta.
La sensibilidad al amargo ayuda a los perros a evitar consumir plantas o sustancias que podrían ser tóxicas, una herramienta de supervivencia que compartimos en origen.
Salado: una necesidad cubierta naturalmente
El gusto salado cumple en los humanos una función clave, ya que regula el equilibrio de electrolitos y es altamente satisfactorio. Para los perros, en cambio, el salado es menos importante. En su dieta ancestral, compuesta principalmente de carne, el sodio ya está presente en niveles suficientes, por lo que no desarrollaron una necesidad de detectar este sabor.
Aunque los perros pueden percibirlo, sus receptores para lo salado son mucho menos activos, lo que les permite centrarse en los sabores más relevantes para sus necesidades nutricionales.
Umami: el gusto esencial para carnívoros y omnívoros
El umami, un sabor que los humanos describimos como sabroso y ligado a proteínas, también es importante en los perros. Ambos detectan el umami a través de receptores específicos como el mGluR4, que reacciona al glutamato, un aminoácido presente en carnes y alimentos fermentados.
En los perros, el umami cumple una función fundamental, ya que está directamente relacionado con su dieta rica en proteínas. Este sabor actúa como una señal de alta calidad en alimentos, especialmente en carnes, y se convierte en uno de los principales atractivos para ellos.
El papel del olfato en la experiencia de sabor canina
Aunque los perros pueden percibir todos estos sabores, es el olfato el que verdaderamente guía su apetito y preferencia alimentaria. Su sentido del olfato es entre 10,000 y 100,000 veces más potente que el de los humanos, lo que significa que una gran parte de la experiencia gustativa para un perro es, en realidad, una experiencia olfativa.
Para ellos, el olor de un alimento activa una respuesta sensorial mucho más profunda y rica que el gusto, permitiéndoles “probar” la comida sin siquiera tener que morderla. Este sentido del olfato les ayuda a reconocer la calidad y frescura de los alimentos, y a decidir si algo es comestible o debe evitarse.
La comparación final: sentido del gusto vs. sentido del instinto
Para los humanos, el gusto es una combinación de placer y nutrición, en la que cada sabor tiene su propio valor y atractivo. Nos dejamos llevar por el dulce, el salado y el umami, mientras que el ácido y el amargo nos ofrecen contrastes y equilibrio. En los perros, en cambio, el gusto es menos variado y su respuesta a los sabores está profundamente ligada a la supervivencia: el dulce representa una posible fuente de energía rápida, el ácido y el amargo son advertencias, el umami es nutrición en su máxima expresión y el salado es innecesario.
Cada sabor activa en ellos una respuesta adaptada a sus necesidades. Así, mientras compartimos algunos elementos en la percepción del gusto, el mundo de los sabores en los perros se despliega con una simplicidad que refleja un sistema gustativo diseñado para satisfacer lo esencial, dejando los matices a un olfato que actúa como el verdadero guía en su universo culinario.
Noticia redactada con asistencia de Inteligencia Artificial
LEA: Menores atacados por lagarto en Valle: Fuera de peligro