En las cercanías de la Iglesia de Santa María de los Dolores de Tegucigalpa transita un hombre esperado por los pichones que llegan en busca de alimento

Su nombre es Ramón Lagos, pero por respeto le agrego el “don”, pues, ya pinta algunas canas en su cabello que lo presentan como una persona de experiencia en la capital.

Lagos anda a paso lento. Nadie se atreve a sacarle carrera porque difícilmente lo lograrán. Ni el radiante sol capitalino que sofoca y que por ratos pica la piel.

No sé cuánto lleva caminando por el centro de la capital, pero luce fresco como una “lechuga”.

Porta un casco, guantes negros, una chumpa roja, pantalón caqui, una mascarilla y unos lentes Ray Ban al estilo de Maverick de la película “Top Gun”.

Hace una pausa en la Iglesia de Santa María de los Dolores y precisamente ahí comienza su ritual.

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Saca una bolsa de maíz de su mochila y tira un puñado al suelo para que aparezcan en escena las palomas que vuelan alrededor de la Iglesia de Los Dolores.

Las centinelas descienden desde la fachada eclesiástica y comienzan a comer maíz. Don Ramón no se mueve y disfruta el momento, extiende sus manos, cierra sus ojos y levanta la cabeza hacia el cielo como si estuviese cumpliendo una promesa.

Un taco en la garganta

Atraído por el personaje que está frente a mí, me acerco con libreta y lápiz en mano, pero me interrumpe el paso.

Compa, yo no doy entrevista, me dice Ramón, mientras queda viendo con cara de pocos amigos la cámara de video de Ángel Rodríguez.

Sin embargo, insisto y le consulto sobre el incremento de la canasta básica de este 2023, tal vez así logramos entablar una corta conversación.

 -¿Qué opina?- le consulto.

Se detiene. Parece que tiene un taco en la garganta. Quiere soltarlo: “mire, compa, esto de la canasta básica lo veo normal porque están subiendo (los precios) a nivel mundial y no sólo es aquí. Lo que pasa que aquí en este país se aprovechan con el tema político”.

“Con estos nunca se queda bien, pero yo veo que ellos (el Gobierno de Xiomara Castro) están haciendo bien las cosas porque están ayudándole a los campesinos para que produzcan sus alimentos y le están brindando asistencia técnica”, explica Lagos en tono molesto y sigue en lo suyo: darle de comer a las aves.

Es una promesa

Don Ramón sigue tirando maíz al suelo y las palomas en agradecimiento se quedan más tiempo con él. Los pichones se suben en sus hombros y otras se suben a su casco de moto.

Don Ramón ya siente un poco de confianza con ICN y le consultamos: “¿Por qué hace esto?”

“Compa, no me haga esa pregunta, solo le puedo decir que es una promesa de vida”.

-¿Qué promesa?-

-No se la puedo decir, es personal-.

Hombre con casco de moto caminando por un parque en medio de palomas y frente a la Iglesia de Los Dolores
Ramón Lagos llega puntual a su cita con los pichones que habitan en la Iglesia Los Dolores. Fotografías: Leonel Estrada.

Las miradas de los ciudadanos capitalinos están puestas en don Ramón, pero le insistimos por qué les da alimentos a las aves.

“Bueno… es una promesa que me encomendaron en la pandemia y ahora no puedo comer tranquilo, porque sé que me están esperando”, explica.

Luego nos relató que en tiempos de pandemia se la pasó solo por las calles de la Iglesia de Los Dolores, sin amigos, sólo con las palomas.

“Por eso -prosigue- yo me encariñé con ellas y ahora no las puedo dejar. Es bien difícil, porqué me encariñé con ellas. Estuve con Covid y solo un día perdí. Siempre vengo a esta hora (11:00 a. m) y ellas me están esperando”, me dice don Ramón Lagos y ya no quiere seguir hablando conmigo, pues le estoy quitando su tiempo valioso.

Tampoco me quiere contar dónde trabaja, si es casado o si tiene hijos, “pero si quiere que charlemos compa, aquí paso todos los días a las 11 de la mañana para darle de comer a las palomitas”.

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