OPINIÓN | Sonría, el pueblo paga
por Yanivis Izaguirre |

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Los diputados son como un dolor de muelas
Tegucigalpa, Honduras. El «legislador» se baja de su auto del año, sacude con las manos el polvo en sus zapatos de cuero y avanza elegantemente hacia el hemiciclo.
En la entrada, se encuentra con el personal de aseo y sonríe de oreja a oreja mostrando su saludable dentadura.
¡Hasta la sonrisa le pagamos!, comentan en los pasillos. El “legislador” finge no escuchar, es experto en eso.
A los diputados les pagamos por discutir (no debatir), por hacer el ridículo (porque, a falta de pan, nos dan circo), por atentar contra el bien común (cuando sesionan, pero no aportan)… En fin, les pagamos por no trabajar.
Pero, ¡eso sí!, cobran puntualmente su salario, viáticos, gastos de representación, bono navideño, bono morazánico y el bono pescado, que ya se empieza a oler…
Y hasta los dientes de los diputados nos salen caros. Una investigación de ICN Digital reveló que en una década se han gastado más de 171.2 millones de lempiras en el cuidado de los dientes y la salud de los parlamentarios (para que suene elegante el término).
Sin embargo, dicen que en Honduras todos somos iguales ante la ley, solo que algunos son más iguales que otros, como dijo alguien.
Esa disparidad da risa, pero no reímos porque no tenemos la cobertura dental de los 128 diputados propietarios, igual número de suplentes y otros tantos empleados del Congreso Nacional.
ICN realizó un análisis comparativo que detalla lo siguiente: “si una persona que gana salario mínimo (unos 14 mil lempiras) quisiera adquirir una póliza como la que gozan los diputados, tendría que destinar un 10 % de sus ingresos. En cambio, esa misma cobertura, pagada con fondos públicos, equivale solo al 1.56 % de la remuneración de un parlamentario. La paradoja es que quien está menos protegido económicamente termina aportando, con sus tributos, parte del exclusivo seguro de quien está más protegido a nivel salarial”.
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Con semejante plan médico, cómo pretendemos que piensen en el resto de hondureños que hacen fila para que los coloquen en listas de espera en los centros asistenciales. Cómo les pedimos que legislen para garantizar el acceso a la salud.
Cómo creemos que intervendrán para interpelar a todo el que obstruya el abastecimiento de las farmacias del sistema hospitalario nacional. Cómo sugerirles intervenir para agilizar el trabajo de la interventora en el IHSS.
Cómo hacerles entender lo que significa para un pariente ver a su familiar enfermo tirado en el piso por falta de camillas, en una espera que se vuelve eterna rogando por atención.
Cómo esperamos que con sus leyes cambien la realidad de una sociedad que no tiene derecho a la salud ni derecho a enfermarse, pues el costo es impagable.
La gran ironía es que, con tremendo seguro médico para los diputados, el Congreso sigue aletargado y paralizado, mientras los mismos enfermos que abarrotan los hospitales son los que pagan por la salud de los congresistas.
Definitivamente, los diputados son como un dolor de muelas. Dejemos de ser pacientes, en el doble sentido de la palabra.
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