Tegucigalpa, Honduras.– Traer un balde con agua puede costarle la vida a cualquier poblador de la aldea Los Hornones, en San Juan de La Paz, La Paz. Cada bajada a la quebrada es una apuesta riesgosa: el suelo es fangoso, las piedras sueltas ceden bajo los pies y un mal paso podría terminar en tragedia.

Así viven ocho familias que, tras el fracaso de un proyecto de 395,790 lempiras financiado por la Secretaría de Gobernación, Justicia y Descentralización para un sistema de agua potable alimentado con energía solar, han quedado nuevamente a merced del peligro para acceder al agua.

ICN Investiga lo constató, no desde la comodidad de un escritorio, sino caminando con ellos, bajando por los mismos barrancos y sorteando los mismos abismos.

Aunque el sistema funcionó menos de 15 días, los pobladores —ahora enardecidos— denuncian que la Asociación Manos a la Obra, encargada de ejecutar el proyecto, los ha bloqueado y no da respuesta.

Con este proyecto se prometía poner fin a la travesía mortal que enfrentaban para acceder al agua, pero tras lo que ahora catalogan como una “estafa”, nuevamente deben arriesgar sus vidas para conseguirla.

El proyecto fue gestionado por el diputado de Libertad y Refundación (Libre), Enrique Beltrán Martínez, pero ahora —denuncian los vecinos— hasta él ignora sus llamadas.

Ante el fallido proyecto financiado con fondos de Gobernación, la peligrosa travesía volvió a convertirse en parte de la rutina.

Vecinos de San Juan de La Paz, al ser consultados por la unidad investigativa de ICN sobre la ubicación de la aldea Los Hornones, advirtieron: “El carro no puede subir, solo caminando. Solo se caminan 10 minutos”, decían.

Tras llegar a un cerco de púas y a un estrecho camino de rocas, con la pendiente de un lado y árboles y piedras al otro, los periodistas emprendieron la caminata.

La primera subida, resbalosa y empinada, coincidió con una lluvia intensa y la noche cayendo. No había señales de viviendas ni de personas. Tras diez minutos, apareció una casa: un portón de metal, un área verde al frente y una vivienda color amarillo al fondo.

Se tocó la puerta. A lo lejos, una mujer despeinada, con camisa azul aguamarina y falda típica de la zona rural, salió a atender.

Mientras caminaba hacia la entrada, los periodistas aprovecharon para recuperar el aliento: la subida había sido dura, oscura y peligrosa.

La mujer, de aspecto sencillo, salió sonriente pensando que se trataba de una solución al problema del agua. Al explicarle que eran periodistas de ICN, no dudó en llevarlos al lugar donde está instalado el sistema.

“Está aquí cerca, se tardan unos 10 minutos caminando, pero es algo peligroso por las subidas y bajadas”, advirtió. Luego regresó a su casa y salió con dos paraguas para los reporteros, porque la lluvia no daba tregua.

Ofreció también dos mangos y unos nances, y la caminata comenzó. Lo que parecía una ruta sencilla resultó ser todo lo contrario. A medida que se subía la montaña, otras amas de casa se sumaban a la caminata.

El aire comenzaba a faltar, el cansancio pesaba, pero ya eran cuatro vecinos acompañando a la unidad investigativa. “Ya vamos a llegar”, repetían, aunque no era tan cierto.

Finalmente, llegaron a una parte plana del cerro. Ahí estaban los paneles solares instalados.

Armando Manzanares, uno de los pobladores, explicó: “Este proyecto lo inauguraron hace un mes y diez días, pero lastimosamente la bomba ha dejado de funcionar porque el inversor de energía falló, y tenemos 22 días sin agua”.

Contaron que han llamado varias veces al ingeniero del proyecto, pero “él dijo que iba a venir, nunca vino, y ahora nos bloqueó de los teléfonos”.

Recordaron que hasta lloraron cuando se les gestionó el proyecto de agua con energía solar, pero la alegría duró poco.

“El diputado Enrique Beltrán Martínez tampoco da solución, pero él vino a inaugurar la obra”, dijo don Armando, con un machete en mano, gorra desgastada y camisa blanca sucia tras una jornada de trabajo.

Los pobladores invitaron a la unidad investigativa de ICN a conocer la bomba de agua dañada.
Nuevamente dijeron que el camino era corto, y aunque los periodistas no habían recuperado el aliento, estaban obligados a ir: “Tranquilos, después de aquí todo es bajada”, dijo una ama de casa.

Pasando un estrecho paso entre dos palos de madera y saltando cuesta abajo por un camino de rocas con una pendiente de menos de un metro de altura, se hizo evidente que la bajada al pozo sería riesgosa y complicada.

La ruta era otra pendiente. Piedras lisas, troncos podridos, lodo. A cada metro, el cuerpo se inclinaba más. A cada paso, el suelo parecía ceder. Otras mujeres se unieron. Todas descalzas o con sandalias, caminaban como si lo hicieran sobre cemento. A los periodistas, en cambio, las piernas les temblaban.

Bajando entre árboles, bajo la lluvia y sobre piedras resbaladizas, uno de los periodistas se hirió la mano, pero aun así continuó la peligrosa bajada. Para entonces, ya la lluvia había cesado, pero eran cerca de las 6:00 de la tarde y la oscuridad era inminente.

“Aquí es muy peligroso, nos salvamos de milagro. Siempre bajamos por aquí para ir a traer agua, bajamos con peroles vacíos para llenarlos y después nos toca subir cargados”, dijo una mujer a uno de los dos periodistas, quien no imaginó que esa trayectoria pondría en juego su vida.

También pensó en cómo estas personas suben y bajan cargadas por esa montaña para poder llevar agua a sus viviendas.

En la bajada hubo otro momento complicado: el camino terminó y había que dar un pequeño salto para retomarlo más adelante. El periodista resbaló entre las piedras, mientras una pobladora se acercó a ayudarlo.

Y aunque ellas manifiestan que ya tienen 15 años en ese mismo ajetreo, son conscientes de que están a un mal paso de que esto termine en tragedia. “Pero ¿qué podemos hacer?”, se preguntan resignadas.

Después de unos diez minutos descendiendo entre árboles, pendientes, piedras puntiagudas y varias caídas, se llegó al lugar donde está ubicada la bomba de agua.

Se denunció que los mismos ejecutores del proyecto colocaron una placa que impide que el agua llegue, y que no han determinado si el problema está en los paneles o en la bomba misma.

Y aunque la lluvia es constante, no es suficiente. A unos cinco metros de donde está la bomba y un rotoplas, hay una poza de donde diariamente acuden a traer agua.

Tras conocer ese sitio, la luz del día comenzaba a perderse entre los árboles. Eran más de las 6:00 de la tarde. Se emprendió la subida del cerro: peligrosa, cansada y ahora a oscuras.

ICN Investiga constató que el proyecto financiado con fondos de Gobernación está arruinado, y que los pobladores exigen que se repare de inmediato.

Ahora el diputado de Libre, Enrique Beltrán Martínez, no da la cara por el proyecto que inauguró, y la Asociación Manos a la Obra ha bloqueado a los habitantes que reclaman una solución.

Para realizar esta obra, el diputado oficialista la gestionó con recursos del Fondo de Administración Solidaria, una partida del presupuesto nacional que fue financiada con 950 millones de lempiras anuales en 2023, 2024 y 2025, y cuya ejecución está a cargo de la Secretaría de Gobernación y otras cuatro instituciones más.

Este caso guarda relación con el de la Secretaría de Desarrollo Social, en el cual ICN Investiga reveló que el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, autorizó la ejecución de casi 800 millones de lempiras en fondos públicos destinados a asistencia social, pese a no tener ninguna facultad legal para ello.

Tras estas revelaciones, José Carlos Cardona renunció a su cargo y la diputada Isis Cuéllar fue separada de todas sus funciones dentro del partido Libre.