Tegucigalpa, Honduras. La bota y la imprenta nunca se han llevado bien. Una reprime y la otra libera. Una obedece y la otra disiente. Una impone silencio, la otra lo interrumpe. Una es no deliberante, la otra pregunta, cuestiona, analiza, debate y cuenta.

En estos meses, el general Roosevelt Hernández ha hecho carrera atacando a los medios con bravuconadas y órdenes de cuartel. 

¡No, mi general! Puede ser que esté cansado de adoctrinar reclutas, pero eso no le da derecho a pretender domesticar la verdad, su verdad.

Cuando el jefe de las Fuerzas Armadas acusa sin prueba a los medios de “orquestar una campaña” en su contra, no solo habla, ejecuta una táctica de guerra, y lo más preocupante es que encuentra eco en una institución política que se hizo partido bajo el yugo militar.

En el lenguaje del poder, desacreditar a la prensa es preparar el terreno para suprimirla. Es la censura reciclada y vestida de uniforme militar, con hombres que giran “a la dere…” o “a la izquier…” según el gobierno que les dé la orden

Pero es entendible que el cuerpo militar de Hernández se rehúse a hacer valer la libertad de expresión, pues ni siquiera conoce el concepto, la misma Constitución de la República los manda a callar y obedecer… Y eso es lo que quieren hacer con el periodismo.

Las portadas del 10 de noviembre de 2025 en La Prensa y El Heraldo trascienden la defensa empresarial. Son un acto político del periodismo como función cívica (algo que molesta mucho a ciertos militares). 

Las declaraciones de Jorge Canahuati, presidente de Grupo OPSA, sorprenden favorablemente, pues la prensa hondureña ha sido víctima sistemática de una narrativa hostil, y todos deberíamos elevar la voz con contundencia.

El hostigamiento y ataques a los dueños de medios y a los periodistas se ha convertido en una estrategia más efectiva que silenciar el periodismo por decreto. 

Si un medio investiga es porque el gobierno le canceló contratos, si un medio denuncia es porque se niegan a pagar impuestos, si un periodista pregunta es por garganta pagada… Y así van suplantando la corrupción con retórica, miniverdades y maximentiras; con la neolengua de Orwell, en donde “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza”.

La prensa libre no es un privilegio de los grandes medios y corporaciones, sino una condición indispensable para cualquier democracia que aspire a serlo.

Pero nadie defiende la democracia solo, los demás dueños de medios deben imitar ese ejemplo, al periodismo lo protegen los derechos humanos, lo protege la sociedad, lo protege su gremio, lo protege la verdad. 

La prensa no debe permitir que el miedo se normalice como lenguaje oficial y militar. 

El silencio de los sectores democráticos es el terreno fértil donde germina la impunidad, por eso hay que ser obstinados y negarnos a callar. 

Cada vez que un general o un funcionario descalifica a la prensa, el eco no solo retumba en una sala de redacción, sino en la conciencia democrática de un país que aún no logra reconciliarse con su historia.

Los ataques contra los medios de OPSA, ICN, RCV, y de otros tantos periodistas confirman que el poder no soporta ser observado y, mucho menos, auditado. 

Las palabras de don Jorge nos recuerdan una verdad incómoda, en Honduras la libertad de expresión ha sobrevivido más por la terquedad de los periodistas que por la fortaleza de las instituciones.

El poder militar ha vuelto a hablar con voz política, pero ¡por fin! los dueños del “poder mediático” también responden, porque investigar e informar no es delito, mientras que calumniar, injuriar y difamar sí, por eso ahora se verán en los tribunales.

Roosevelt quiere seguir en el campo, pero sin “noticias” en el frente. Pero le tenemos un titular que no le va a gustar: “no podrá domesticar la verdad”, porque cuando un militar teme a las palabras, es señal de que las palabras siguen teniendo poder. Así que ¡firmes!, periodistas.

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