La ostentación del narcotráfico ya no solo se mide en camionetas de lujo, fiestas o corridos. Hoy también se exhibe en redes sociales. Plataformas como YouTube, Instagram y TikTok se han convertido en nuevas herramientas del crimen organizado: allí, la fama y los sorteos funcionan como lavadoras digitales para limpiar dinero sucio.

De acuerdo con una investigación publicada por Milenio y retomada por Infobae, la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de México rastrea al menos 64 influencers, en su mayoría radicados en Sinaloa, que habrían sido utilizados por las facciones de Los Chapitos y La Mayiza —ambas vinculadas al Cártel de Sinaloa— como parte de un sistema para blanquear capitales mediante redes sociales.


Un negocio disfrazado de fama

La clave está en entender cómo funciona el dinero digital.
Las plataformas pagan a los creadores de contenido según el número de vistas, seguidores y anuncios que generan. Entre más popular sea un canal, más dólares recibe.

El problema es que esa popularidad puede fabricarse artificialmente. Según Milenio, las organizaciones criminales compran perfiles con miles de seguidores o financian a jóvenes aspirantes a influencers. Luego, invierten dinero ilícito para inflar sus cifras mediante bots, granjas de clics y campañas falsas.

El resultado es un perfil aparentemente exitoso que empieza a recibir pagos reales por publicidad. El dinero limpio —procedente de plataformas legales— sustituye al dinero sucio, dándole un origen “oficial”.


El mecanismo paso a paso

1. Inflar la fama

Se inicia con una cuenta en redes que aparenta ser popular. Los cárteles inyectan dinero para comprar seguidores y likes falsos. Cuanto más éxito simulado, mayor la monetización.

2. Legalizar las ganancias

Cuando YouTube, Instagram o Facebook pagan por visualizaciones, ese dinero entra como “ingresos por publicidad”. Lo que en realidad eran fondos ilícitos, ahora aparece como ganancia legítima.

3. Sorteos y rifas de lujo

Según Infobae, muchos de estos influencers organizan rifas de vehículos, relojes o motocicletas. Detrás, los criminales compran los boletos o financian los premios para recircular dinero y justificar nuevos ingresos. En algunos casos, los premios ni siquiera se entregan.

4. Empresas fachada

Los pagos se respaldan con facturas de compañías fantasma registradas como “productoras” o “agencias digitales”. Estas emiten comprobantes falsos que justifican las transferencias. El circuito se completa: el dinero ilícito ahora tiene documentación fiscal.

5. Reinversión y prestigio

Finalmente, los fondos se usan para comprar bienes, abrir negocios o financiar más contenido. El influencer parece prosperar por mérito propio, aunque detrás hay capital criminal disfrazado de éxito en línea.


El ejemplo de Sinaloa

Uno de los casos más notorios es el de Markitos Toys, un joven creador de contenido sinaloense famoso por exhibir una vida de lujo. Su nombre ha sido citado por medios nacionales por su presunta cercanía con personas vinculadas a Los Chapitos.

Su caso ilustra cómo el crimen organizado usa a estos personajes: jóvenes carismáticos, con lenguaje popular, que transforman el dinero ilícito en una narrativa aspiracional. Lo que antes era contrabando y violencia, ahora se muestra como “estilo de vida”.


Cómo los detecta la UIF

Entre los indicios que la UIF considera señales de alerta están:

  • Crecimiento abrupto y desproporcionado de seguidores.
  • Ingresos digitales que no coinciden con el estilo de vida declarado.
  • Rifas sin registro fiscal ni comprobante de entrega.
  • Contratos con empresas inexistentes o sin actividad real.
  • Transferencias internacionales injustificadas.

Cuando se detecta un patrón sospechoso, las autoridades cruzan datos bancarios, fiscales y digitales para rastrear el flujo del dinero y determinar si proviene del narcotráfico.


Las redes como lavadora

El fenómeno de los narcoinfluencers demuestra que el lavado de dinero ya no necesita bancos ni empresas constructoras. Basta con un teléfono, conexión a internet y una audiencia crédula.

Los likes y visualizaciones actúan como el agua que mueve la lavadora: limpian la apariencia del dinero mientras el contenido entretiene al público. Al final del ciclo, los fondos salen “blanqueados”, con comprobantes de pago y justificación fiscal.


Más que un delito financiero

El impacto va más allá de lo económico. Al convertir la vida criminal en un modelo aspiracional, estos influencers normalizan la cultura del narco ante millones de jóvenes. Las redes sociales se vuelven un escaparate donde el lujo fácil y el dinero rápido parecen legítimos.

Las autoridades pueden rastrear cuentas, bloquear fondos y sancionar empresas pantalla. Pero el desafío real está en la percepción: convencer a la audiencia de que detrás del brillo hay delito.